domingo, julio 03, 2011

La Rioja: Alma de Radio

EN EL DÍA DEL LOCUTOR

La Rioja: Alma de Radio.
03 de julio de 2011

Hice –y seguiré haciendo- radio como un vicio, no como un medio de vida, desde hace ya ni sé cuantos años · Escucho radio, supongo, desde la cuna · Mi mamadera seguramente estuvo enchufada a una · No sé qué edad tendrás vos, que leés, pero si es más o menos la mía -57-, comprenderás por qué quisiera volver a escuchar a Las Grandes Voces, así, con mayúsculas.


Fui director de la única AM que tuvo ésta ciudad y que transmitía con 5 Kilovatios en la frecuencia 860 Khz (LRJ 392). Mi penúltimo emprendimiento fue una sociedad con un ex – amigo donde montamos una FM que capotó porque el tipo resultó ser un delincuente, y aún estoy pagando el dineral en deudas que me dejó mi estupidez. Pero… si mañana me volviesen a proponer instalar una radio… por lo menos, vacilaría.


(Omar Barberis Corresponsal DERF La Rioja)


En ésta ciudad -Chilecito, la segunda de la provincia- hace 45, 50 años atrás, durante el día escuchábamos -a la fuerza- radios chilenas, porque a las argentinas nos resultaba toda una hazaña sintonizarlas. Solamente se lograba con alguna de aquellas radios a válvulas que parecían ataúdes, por el tamaño.

Y era todo un asunto la cuestión de la antena. Y eso, cuando no “se fue la onda”, como se decía. No había radios locales y la única de La Rioja capital, hasta aquí no llegaba. No había televisión. Sí había, por supuesto, un único cine –“cineteatroEdén”, así de corrido y pegoteado, como lo decía el locutor de la publicidad callejera- al cual los pibes podíamos ir en la siesta de los domingos (si viste Cinema Paradiso, viste el cine de mi infancia...). Y eso era todo, macho, arreglate.

Podía ver TV cuando viajaba a mi pueblo en el sur de Santa Fe (donde nací), o en Rosario, en las vacaciones. Y películas más nuevas y que no estuviesen “aradas” ni se cortasen cada 10 minutos (el cambio de rollo). ¡Y escuchar radios de verdad, caramba!...

Imaginate el empacho de radio que me traía al final de cada verano, en el regreso. Escuché los últimos radioteatros de verdad y padecí el misterio de: “¿cómo hacen para tener caballos adentro de la radio?”. Y que, además, supieran relinchar justo a tiempo, que era todo un asunto. ¿Los entrenarán?

Y alcancé a escuchar las últimas transmisiones “desde nuestro salón auditorio”, con público de verdad, incluido. Y las Voces, todas las Voces, aquellas Voces, las mejores Voces... Si viste la película “Días de Radio” (Woody Allen) y te gustó, podrás entender el ataque de nostalgia, y las ganas de contársela a alguien, que desencadenó recordar que hoy, es el Día del Locutor.

Más acá en el tiempo (fines de los 60 hasta mediados de los 70), la cosa cambió, pero esa ya es otra historia. El asunto es que tantos años de radio me dejaron un montón de recuerdos. De alegrías y de tristezas, aunque suene muy cursi. De hecho, es cursi...

Por ejemplo, escuchando radio me enteré que un loco había matado a Luther King (“I have a dream”...). Y dos meses después otro enfermo de odio asesinó a Bob Kennedy. Y, años después, -¿otro más?- mató a John Lennon (“You may say I’m a dreamer”...).

Y supe, escuchando radio, que había muerto Louis Armstrong y que nunca podría verle tocando esa trompeta. Y supe que The Beatles se habían separado. Y después Creedence, que lo parió, justo antes de que empezase mi viaje a dedo hasta Estados Unidos para poder verlos de cerca, porque -¡eran tan buenos!- que ya no me alcanzaba con escucharlos...

Y aquél “comunicado N° 3”, de las ¿ocho y pico? de la mañana del 24 de marzo de 1976, Buenos Aires, Barrio Norte, después de una borrachera monumental con vino tinto berreta, con un hermano del alma, desde las ocho de la noche hasta las cinco de la mañana.

Y la radio que escuchaba el oficial que a la madrugada se venía hasta esa cucha infame llamada “La Carbonera” (si le llamo “calabozo”, sería el Hyatt) donde me tenían aislado. Y se quedaba un tiempo inacabable parado en silencio (sólo la radio…) al lado mío, donde yo estaba tirado (la paliza de cada tarde había sido dura), vendado y esperando, haciéndome el dormido en el piso de tierra que olía a mezcla de sangre, orines y mugre (pero él sabía y yo sabía...).

Y rogando que no fuera ésa la noche, porque me tenían en la “ablandadora” -paso previo a las anunciadas sesiones de “parrilla”, que por suerte nunca llegaron-, Campo de La Ribera, Córdoba, marzo de 1978, donde fui “personalmente atendido” por Luciano Benjamín Menéndez. En las noches duras, aún puedo escuchar esa “voz de muerte”, como la calificó un amigo que también la escuchó.

Pero también por radio escuché la mejor música de rock, 1966, cuando estaba pupilo en un colegio de curas en Rosario, más parecido a una cárcel que a una escuela. A las 10 de la noche (hora precisa en la que los curas nos apagaban la luz del dormitorio) arrancaba “Música con Thompson y Williams”, que hacia Fito Salinas. Han pasado 45 años y aún tarareo cada tanto la cortina del programa. ¡Mirá si habrás sido bueno, Fito!.

Si los curas te pescaban escuchando radio -¿cuál era el aborrecible pecado?- te comías un plantón de aquellos toda la noche, en el patio, en calzoncillos y en julio. O peor: te ocurría lo que a un compañero, cuando el cura cretino que nos vigilaba de noche lo pescó escuchando radio, se la quitó -previo cachetazo-, prendió las luces del dormitorio, nos hizo levantar a todos para que viéramos, abrió la ventana y con una gran sonrisa, el muy podrido tiró la radio a la mierda, por la ventana, desde un segundo piso... Colegio… bah, mejor lo olvido…, invierno del 66, primer año del secundario.

Así que para poder escuchar a Fito Salinas escondía mi radio dentro de la almohada, me ponía uno de esos audífonos blancos en el oído izquierdo, apoyaba la cabeza de ese lado, y me pasaba las dos horas que duraba el programa, duro como un palo, para que no me pescaran. Y la voz de Fito acompañándome y aquella música, música en serio, me daban dos horas de regalo, que me quitaban la amargura de estar “preso” en un colegio de curas. Por lo menos por dos horas. Apenas tenía doce años...

¿Dónde estarás Fito, en ese lugar del cielo?... ¿Seguirás haciendo Radio?... ¿Alguien sabe cuál era el tema de la cortina?... ¿Hay manera de conseguir, al menos, la grabación de tan solo un programa?... Ah, si hubiera podido conocerlo. Si pudiera podido decirle “gracias Fito” por tanta música, por aquella compañía cuando era un mocoso de doce años. Y esa Voz... Y esas dos horas maravillosas de cada noche... Gracias, Fito Salinas.

Y aquél Negro Guerrero Marthineitz con su “Show del Minuto”... Y esa risa que parecía que estaba rascando el micrófono con la uña. Y lo que decía. Y cómo lo decía. ¿Y los silencios interminables?... Y esa Voz... ¿Dónde andás, Peruano Parlanchín?. ¿En qué rincón del cielo, le estarás jorobando la paciencia a algún santo?... ¿Hay “angelitas”, para corretear, allí donde estás, Negro querido?

Y Leonardo Rivas -me dice mi memoria- (que tenía más audiencia que Tinelli en los 90), hasta el día fatal -por supuesto: yo lo estaba escuchando- en que puso aquél tema del cubano cuyo nombre no recuerdo ahora, el que dice: “de tu querida presencia, comandante Che Guevara”. Y fue emitirlo… y al día siguiente lo sacaron del aire de un patadón, por orden de López Rega, y nunca más supe de él. La Plata, estudiante universitario, mediados de 1974, según me informa mi memoria. ¿Qué fue de tu vida, Leo?... Maldita sea, si ni siquiera sé si aún vivís. Ojalá estés por ahí, viviendo con la radio en el alma.

¿Y Ariel Delgado, Radio Colonia, sintonizada desde La Plata, 1973 al 75?. Y lo que pasaba acá lo sabíamos gracias a vos, Ariel, que lo decías desde allá. Y esa Voz...

Y Nora Perlé y Betty Elizalde, Rosario, 1976. Mi memoria -que puede fallar, corríjanme, por favor-, me dice que Nora arrancó en Rosario, tal vez en LT8, y yo estudiaba y ellas me acompañaban. Primero Nora y después Betty, en aquellas madrugadas en las que te quedabas despierto con la excusa de estudiar.

Pero en realidad, cuando sentías la primera sirena y la primera ráfaga de ametralladora por ahí, cerca de tu casa, pensabas que esa podía ser la noche en que vinieran a buscarte a vos, porque la jaula estaba abierta, La Bestia andaba suelta, babeando sangre humana y era mejor estar despierto. Pero estabas vos, Betty. Y esa Voz...

Con aquella colonia Crandall (confesemos que estamos rodeados: todos la compramos), que sólo Betty Elizalde podía venderla. Cuando la compré, fue olerla y tirarla, porque era muy fulera... Y esas dos Voces, que mi memoria y mis recuerdos las tienen asociadas. ¿Hay modo de decirles: “gracias chicas”, por tantas noches juntos?. ¿Se podrá conseguir al menos una grabación de cualquiera de esos programas?... ¿Alguien sabe dónde?... Ya sé, ¡pero que tonto soy!... ¡Si ahora tenemos Youtube y Facebook!

Y más acá en el tiempo, Mochín Marafiotti. ¿Alguien necesita que lo presente?. Y esa música vieja y demasiado buena para ser real. Y esa Voz... Dale Mochín, te mandamos un micrófono y tus discos, y nos hacés el programa desde el cielo. Te extrañamos en serio...

Y aquel flaco que hacía “El Disco Sorpresa”, en el programa “La Vidriera” de Continental en 1988, 1989... Para no creer: las historias que contaba eran ¡mis historias de adolescente!. ¿Alguien sabe dónde puedo conseguir la colección completa de esos micros?. Apenas tengo uno, mal grabado, que ahora, justo cuando quiero recordar el nombre del flaco, no aparece por ningún lado, maldita sea.

Y así podría seguir hasta el infinito, escribiendo y recordando cada año de mi vida desde la infancia, por los programas de Radio. Y las Voces, aquéllas Voces, a las que aún escucho con el corazón... Y no estoy copiando a Woody Allen, porque es cierto.

Por eso, como periodista elegí hacer Radio, aunque escriba tonterías, haga gráfica y haya hecho cine y hoy haga algo de TV (desde atrás de cámara, porque del lado del frente doy muy fiero) y haya sido fotógrafo y que sé yo cuántas cosas más, que hice en 39 años y pico de periodismo.

Porque la Radio es distinta. ¿Quién puede hacer 62 horas ininterrumpidas de transmisión, saliendo del estudio, solo para ir al baño, como en diciembre del 88, Seineldín, Villa Martelli?... ¿Y los miles de reportajes?... ¿Y los monólogos sobre cualquier tema, el que me salía en el momento, porque eran sin libreto, al estilo de Sacristán en el final de “Solos en la Madrugada?”...

Y ese mensaje que mandabas desde el micrófono de la radio de AM, 1988, Chilecito, avisándole a José (que vivía a 3 mil y pico de metros de altura, en el medio de la nada, en plena montaña y que tardaba un día a lomo de mula para bajar a Chilecito), que su mujer había tenido un varón y que los dos estaban bien. Eso no tiene precio, hermano, no tiene precio.

O cuando tenías que avisarle a otro, que vivía igual que José, que su padre había fallecido… “viaje urgente”...

O la noche que lograste (y sos el único que lo tiene) que el más duro y combativo sindicalista nacional de entonces –me guardo el nombre-, allá por el 94, 95, te confiese, con el grabador encendido, que en el 89 lo había votado a Menem. Y decidiste que a pesar de todo, a la nota no la ibas a mandar al aire, porque era quemarlo al entrevistado, porque semejante “confesión” iba a rebotar por todo el país. Y, a él, lo linchaban...

¿Y la nota “exclusiva” al hijo de Khaddafy, que casi termina a las piñas con la custodia, porque no les gustó la tercera pregunta?... Curtiembre Yoma, 1995.

¿Y el día que lograste que Conrado Storani, a mediados de 1987, te cuente frente al micrófono, aquí en Chilecito, la verdadera historia del origen de “Renovación y Cambio”, siendo, entonces, el Secretario de Energía de Raúl Alfonsín?. Y los Radicales riojanos que no podían creer lo que habían escuchado, y pidieron que reiterases la grabación al día siguiente. Y fue la única vez que Storani (uno de los tres fundadores de la línea que llevó a la Presidencia a Alfonsín) contó la historia tal como fue, que solo conocían él, Raúl Alfonsín y otro más.

¿Y ese día del 2002 -pero desde una FM- cuando el movilero del programa encontró a la una de la tarde a una mujer, sentada en un banco, llorando en la plaza principal de la ciudad, donde hacía dos días que no comía?... Y, de yapa, tenía un bolsito con ropa y debía viajar urgente a un pueblito perdido en el norte de la provincia, porque su madre estaba agonizando y no tenía los 8 pesos piojosos del pasaje.

Y fue “sacarla al aire”, preguntar si alguien podía colaborar -mientras por señas, contábamos en el estudio, para ver si juntábamos, entre tres, la plata- y llovieron de 20 kilómetros a la redonda, las llamadas telefónicas de gente conmovida, que se ofrecía a venir a buscarla, llevarla a comer a su casa y comprarle el pasaje. ¿Y esa mujer desconocida que tan solo tenía dos panes caseros, y que se vino desde 12 cuadras, pedaleando apurada en la bicicleta del vecino, para traerle uno?...

Eso es Radio, hermano, Radio de verdad. Por eso, ¿a quién le importan las berretadas cotidianas con las que nos castiga la TV nacional?.

La Radio es más humana, está más cerca, corre más rápido que nadie y con cuatro fierros de morondanga largás una transmisión de exteriores en minutos. Y hoy, con un celular y chau pichu.

Y, lo mejor de todo, es que recibís el retorno de la gente al instante. Ningún otro medio de comunicación es tan interactivo, como se estila hablar ahora. La gente te llama, te insulta o te felicita, se enoja, denuncia, se ríe, llora y cuenta sus tristezas, porque la Radio es parte de su vida y de su familia.

Pueden escucharte en el living, desde arriba de la heladera, o colgado del palo de un viñedo... Y si no pudieron decírtelo por teléfono, te buscan en tu casa, o te paran por la calle y te dicen que esto o aquello que dijiste, les gustó o no. La Radio les sirve, es uno más en casa y ayuda a cambiarles la vida.

Podrás ver, lector amigo, que soy “Perro de Radio”, como me gusta decir. Y reescribí ésta vieja nota que nunca había publicado, para homenajear a Las Grandes Voces, a los Locutores, porque hoy es su día y yo soy un tipo infinita, enormemente agradecido.

Omar Barberis
omarbarberis@gmail.com

Publicada en www.derf.com.ar, www.noti1.com.ar, www.lariojatv.com.ar